La historia de Santa Engracia es densa y cada día nuevos renglones la hacen más sólida si cabe.

En los anales de 1991 del que fuera monasterio Jerónimo estos dos acontecimientos: veintisiete de octubre, dedicación del Templo; tres de noviembre, recibe la dignidad de Basílica. En la actual, también el tres de noviembre, conmemoración del XIV Centenario del Concilio de Zaragoza en el que se instituyó la fiesta de los Innumerables Mártires, gesta que cantó Prudencio en Peristefanon. Con tal motivo la celebración eucarística principal de ese día siguió el rito hispanomozárabe, el propio de la iglesia hispana hasta el siglo X, que se suprimió en beneficio del romano.
Y en 1993, el seis de agosto, se conmemoró el inicio de las obras del monasterio, del que sólo permanece en pie la portada debida a los Gil Morlanes, padre e hijo. Don Mariano Mainar no ceja en su empeño de hacer participes a los zaragozanos de la magna historia de la Basílica-Parroquia, con la ayuda de Don Carlos Parra y de la que aportó, hasta el último hálito, don Jesús.
El origen del monasterio está en la operación de cataratas que Crexcas Abiatar, judío, hizo, con resultado optimo, al monarca Juan II, padre del Rey Católico, Juan II profesaba gran devoción a Santa Engracia y éste fue su agradecimiento, gratitud de la que se hicieron responsables, el rey Fernando y el Emperador Carlos. Destruido en gran parte en los Sitios y terminado de arrasar por una decisión municipal, únicamente la portada quedó en pie; maltrecha, pero en pie.
En 1891 se inicia la construcción del actual templo, que incluyó en su traza la portada de modo similar al tratamiento que tuvo en origen; el fin de las obras llegó en 1899.
La iglesia de las Santas Masas, precedente de Santa Engracia, fue donada por Sancho Ramírez al obispo de Huesca en 1086. Hasta hace cuarenta años no se reintegró a la diócesis zaragozana.